Desde hace cuatro años que el Foro Económico Mundial alertó sobre la grave amenaza que supone el incremento de la desigualdad económica para la estabilidad social del planeta. Nadie puede garantizar la gobernabilidad de un país en donde las minorías concentran toda la riqueza y la mayoría carecen de lo necesario.
Ahora confirma que se ha avanzado, pero en el sentido indeseado e informa que:
- Actualmente, tan sólo ocho personas (concretamente ocho hombres), poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas. Y más de la mitad de los milmillonarios del mundo ha heredado su fortuna o la ha acumulado gracias a su participación en industrias en las que la corrupción y el nepotismo son prevalentes.
- Siete de cada diez personas vive en un país en el que la desigualdad ha aumentado en los últimos 30 años.
- Si los más ricos siguen este ritmo sobrecogedor de acumulación de riqueza, podría haber el primer "billonario" del mundo en tan sólo 25 años. Es decir, esta persona necesitaría derrochar un millón de dólares al día durante 2 mil 738 años para gastar toda su fortuna.
Por su parte, y desde hace tres años el Banco Mundial decidió combinar su objetivo de acabar con la pobreza extrema con la necesidad de promover una prosperidad compartida. Desde entonces, y a pesar de que los líderes mundiales se han comprometido con el objetivo de reducir la desigualdad, la brecha entre los más ricos y el resto de la población se ha ampliado.
El Presidente Barack Obama afirmó en su último discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre de 2016, “Un mundo en donde el 1% de la humanidad controla tanta riqueza como el 99% más pobre nunca será estable”.
Un nuevo estudio del economista Thomas Piketty revela que en el Estados Unidos de Donald Trump, los ingresos del 50% más pobre de la población se ha congelado en los últimos 30 años, mientras que los del 1% más rico han aumentado un 300% en el mismo periodo.
Oxfam se presenta como una confederación internacional formada por 17 organizaciones de sociedades civiles nacionales, que realizan labores humanitarias en 90 países. Su lema es "Trabajar con otros para combatir la pobreza y el sufrimiento". Su reporte más reciente nos hace ver que el mundo sigue inmerso en una crisis mundial de desigualdad. Nos alerta:
- Que, desde el año 2015, el 1% más rico de la población mundial posee más riqueza que el resto del planeta.
- Que, durante los próximos 20 años, 500 personas legarán 2.1 billones de dólares a sus herederos, una suma que supera el PIB de la India, un país con una población de 1,300 millones de personas.
- Que, los ingresos del 10% más pobre de la población mundial han aumentado menos de 3 dólares al año entre 1988 y el 2011, mientras que los del 1% más rico se han incrementado 182 veces más.
La OXFAM advierte algo elemental: si continúa esta tendencia, el incremento de la desigualdad económica amenaza con fracturar las sociedades nacionales, dado que incrementa la delincuencia y la inseguridad, socava la lucha contra la pobreza y hace que cada vez más personas vivan con inseguridad: con más miedo y menos esperanza.
Cientos de millones de personas han salido de la pobreza en las últimas décadas, un logro del cual el mundo debería sentirse orgulloso. No obstante, una de cada nueve personas sigue pasando hambre. Si el crecimiento económico entre 1990 y 2010 hubiese beneficiado a los más vulnerables, en la actualidad habría 700 millones de personas menos, en su mayoría mujeres, en situación de pobreza.
Los estudios revelan que, actualmente, los recursos existentes permitirían eliminar tres cuartas partes de la pobreza extrema si se incrementase la recaudación fiscal y se recortase el gasto militar y otros gastos igualmente regresivos. El Banco Mundial ha dejado claro que, si no se redoblan los esfuerzos para hacer frente a la desigualdad, los líderes mundiales no cumplirán su objetivo de acabar con la pobreza extrema en 2030.
Hay propuestas internacionales concretas en las que se plantea lo que se puede hacer para revertir esta situación. Muestran cómo podemos construir un mundo más justo basado en una economía más humana. Uno en el que las personas, y no los beneficios, se encuentran en el centro y donde se da prioridad a los más vulnerables.
Varias investigaciones de Oxfam revelan que lejos de transmitirse espontáneamente hacia abajo (en la llamada “economía de goteo o de derrame”), los ingresos y la riqueza se vuelcan hacia las capas más altas de la sociedad, y lo hacen a un ritmo alarmante. ¿Cuál es la causa? Las grandes empresas y el poder de los más ricos desempeñan un papel esencial.
A las grandes empresas les fue bien en 2015 y 2016, con resultados muy positivos para la gran mayoría de ellas. En 2015, las diez mayores empresas del mundo obtuvieron una facturación superior a los ingresos públicos de 180 países juntos. Las grandes empresas son un elemento vital de la economía de mercado, y cuando operan en beneficio del conjunto de la población, constituyen un factor esencial para construir sociedades prósperas y justas. Sin embargo, cuando operan cada vez más al servicio de los ricos, las personas que más lo necesitan se ven privadas de los beneficios del crecimiento económico generado.
El coeficiente de Gini, es un indicador que da cuenta de la concentración del ingreso que va de 0 a 1, donde 1 es totalmente concentrado, prácticamente no se han modificado. Los hogares pueden ser agrupados de acuerdo con los ingresos que perciben, explica el INEGI. “A cada uno de estos grupos se les conoce como ‘deciles’, cuando se forman diez conjuntos del mismo tamaño, por lo que el primer decil está integrado por la décima parte de los hogares que tienen los menores ingresos y así de manera sucesiva, hasta llegar al último decil, que está compuesto por la décima parte de los hogares con los más altos ingresos”.
El 10 por ciento de los hogares más ricos de México concentra la mitad del ingreso nacional, informó Julio Santaella Castell, presidente de la Junta de Gobierno del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). El funcionario informó con datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) con registros administrativos del Servicio de Administración Tributaria (SAT), en el que se obtiene que la desigualdad en el ingreso es mayor que lo que tradicionalmente informa el INEGI cada dos años. De acuerdo con la ENIGH, los deciles I al V concentran 20% del ingreso total y el decil X posee 35%; pero cuando se ajusta con datos fiscales del SAT, se obtiene que los primeros cinco deciles concentran 12% del ingreso, y el décimo 50% del mismo.
La economía actual está al servicio del 1% más rico de la población, y se basa en una serie de falsas premisas sobre las que se articulan la mayor parte de las políticas, actividades e inversiones de Gobiernos y grandes empresas y grandes fortunas, pero que dejan atrás a la gran mayoría de la sociedad y a los más vulnerables en particular. Incluso el propio FMI ha identificado este neoliberalismo como una de las principales causas del incremento de la desigualdad. Si no se confrontan estas falsas premisas, será imposible revertir este modelo.
Falsa premisa Nº1: El mercado nunca se equivoca, y hay que minimizar el papel de los Gobiernos.
Falsa premisa Nº2: Las empresas tienen que maximizar sus beneficios y la rentabilidad de los accionistas a toda costa.
Falsa premisa Nº3: La riqueza individual extrema no es perjudicial sino síntoma de éxito, y la desigualdad no es relevante.
Falsa premisa Nº4: El crecimiento del PIB debe ser el principal objetivo de la elaboración de políticas.
Falsa premisa Nº5: Nuestro modelo económico es neutral desde el punto de vista del género. En la práctica, los recortes en los servicios públicos y el deterioro de la estabilidad en el empleo y de los derechos laborales perjudican en mayor medida a las mujeres.
Falsa premisa Nº6: Los recursos de nuestro planeta son ilimitados. Esto no es sólo una premisa falsa, sino una idea que podría acarrear consecuencias catastróficas para nuestro planeta.
Finalmente, el Foro de Davos Suiza muestra mucho más preocupación por el cambio climático global que por la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos; lo que agiganta la preocupación medioambiental. Por lo demás, en el diseño de políticas públicas para el desarrollo, debemos de separar a los lobos de los corderos; si no queremos seguirnos preguntando: ¿por qué los lobos están gorditos?